La evaluación del apego durante la infancia y la niñez
- Rodríguez Suárez, Concepción
- García-Fernández, Manuel
- Barca Lozano, Alfonso (coord.)
- Peralbo, Manuel (coord.)
- Porto Rioboo, Ana María (coord.)
- da Silva, Bento Duarte (coord.)
- Almeida, L. (coord.)
Editorial: Universidade da Coruña
Año de publicación: 2007
Congreso: Congreso Internacional Gallego-Portugués de Psicopedagogía (9. 2007. A Coruña)
Tipo: Aportación congreso
Resumen
El objetivo principal de este trabajo es revisar los diferentes métodos existentes para la evaluación de la seguridad del apego durante la infancia y la niñez temprana (12-72 meses). Se analizan las propiedades psicométricas de los instrumentos de medida y su presencia actual en la literatura publicada en este dominio de investigación. La seguridad del vínculo de apego ha sido definida por Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) como el estado de sentirse seguro o sin preocupación sobre la disponibilidad de la figura de apego. En tanto que constructo, la seguridad no se puede observar directamente, sino que debe inferirse. Durante los dos primeros años de vida, los indicios de seguridad se derivan de la teoría del apego de Bowlby-Ainsworth. Las principales medidas del apego durante esta etapa de la vida se centran en las desviaciones observables en las conductas del niño con respecto al patrón básico de conductas de exploración-apego. Dichas desviaciones se toman como una medida de la inseguridad del apego. Se incluirían aquí tanto la Situación Extraña de Ainsworth, como el �Attachment Q-Sort� (AQS) de Waters y Deane (Waters, 1987, 1995; Waters y Deane, 1985). A partir del tercer año de vida, la teoría del apego es menos específica en relación con cuáles son, o deberían ser, las medidas apropiadas de seguridad. Aunque se considera que el sistema de apego sigue estando presente, su sensibilidad es menor. Pocas situaciones son percibidas como amenazantes y, más que el contacto o proximidad real con las figuras de apego, el conocimiento adquirido sobre la accesibilidad parental es cada vez más eficaz para poner fin a las conductas de apego. Además, a partir de esta edad, el repertorio conductual más amplio y flexible de los niños, así como la mayor capacidad cognitiva para entender, anticipar y coordinarse con las conductas de los padres puede dificultar a los observadores la percepción de la organización subyacente de las conductas de apego. Al mismo tiempo, la adquisición del lenguaje y de las operaciones simbólicas permite evaluar la seguridad del apego a nivel representacional.